“La ausencia, aquí metafórica (remite a una presencia ya extinta en otro tiempo y lugar) acaba denotando la asistencia a un universo imaginario, a un museo objetual cuyasreliquias traen consigo la incomunicación, una falta de diálogo entre los seres vivos con los que han habitado”
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José María Escalona

José María Escalona (Málaga, 1987) ha desarrollado en los últimos años un discurso que problematiza la representación como espacio de producción de conocimiento acerca de la realidad. Un discurso que puede ser definido como una forma de insumisión frente a ese ojo contemporáneo que se ha vuelto pasivo y que digiere de manera opulenta y vertiginosa aquello que se le ofrece.
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(…) De este modo, el trabajo de Escalona nace de un ejercicio intelectual que se organiza sobre algunas de las zonas conflictivas de la representación visual y, en concreto, de la imagen fotográfica. Para ello, subvierte esquemas, cuestiona nociones al uso, disecciona el estatuto de veracidad y culmina en una reflexión sobre el propio medio fotográfico y sus posibilidades retóricas y narrativas. Su producción se configura además en torno a una trama argumental modulada por el tiempo y la memoria, conceptos que ha desplegado a través de dos entornos esenciales, el hogar y el paisaje, entendidos ambos como mecanismos íntimos capaces de crear un espacio de reflexión colectiva.

(…) El punto de arranque de esta nueva serie se ubica en un pequeño invernadero de cristal, de formato rectangular, cubierta a dos aguas (…). En su interior, el artista lleva a cabo la escenificación de un ámbito natural con ramas, piedras y tierra. La retícula, esa ventana simbólica que determinó la historia de la representación visual y que llegó a convertirse en paradigma de la modernidad, amplía en esta pieza su densidad hasta configurarse como dispositivo tridimensional que permite asumir todas las perspectivas de la topografía recreada. Pero la clave de esta hermosa obra está en su registro fotográfico, elaborado audazmente como un trampantojo: la cámara se sumerge en el interior del invernadero, asume distintos encuadres que dislocan la escala y la percepción global para, de este modo, ofrecernos fragmentos de mundos posibles que nacen de la ficción.

Carlos Delgado Mayordomo (*)