El Zahir
Ana de Alvear y Arturo Sarramián
Una moneda de 20 centavos, el fondo de un pozo, un tigre, un astrolabio, una brújula y la veta de un mármol, todos han sido El Zahir, los seres o las cosas que tienen esa terrible virtud de ser inolvidables. La palabra Zahir es descrita en los cuentos de Borges como una expresión de origen árabe que quiere decir ‘notorio, visible, manifiesto’. El poder que ejerce un objeto sobre las personas es un tópico que retoma este autor en distintas ocasiones a lo largo de su obra, incluso menciona como esa moneda de 20 centavos, su Zahir, es dibujada obsesivamente a altas horas de la madrugada por él mismo. Para Ana de Alvear y Arturo Sarramián el propio dibujo es El Zahir, el punto de partida y el de llegada, la obsesión por la que esta disciplina deja de ser en ellos un medio, para establecerse como único protagonista. La muestra se establece como un diálogo entre opuestos, entre el color de las minuciosas criaturas de Ana de Alvear y los contrastados grises mecánicos de los objetos inventados por Sarramían; mundos contrarios que se unen bajo esta imagen metafórica del dibujo, muy cercana a la foto(grafía). Los cambios de escala juegan también en su obra un importante papel, fomentando esa dualidad, como si fueran mirados bajo una gran lupa. Así, los pequeños detalles se vuelve ínfimamente mas comprensibles a la vez que el objeto o ser, que tan realista puede parecer, se desvincula de la realidad al aumentar su tamaño. El acto de dibujar resulta para ellos mágico al mismo tiempo que intelectual, un acto por el que la criatura o el objeto deseado — El Zahir,— resulta «poseído» por la delimitación del contorno de su sombra sobre el plano, donde es arrojado, aumentado, pervertido y vuelto a la corporeidad mediante la reconstrucción sobre papel de su fisicidad: del claroscuro, la textura, el volumen, la orografía de su superficie descrita hasta en los mínimos detalles.
Lejos de sus connotaciones negativas, El Zahir nos muestra tanto sus superficies y fisicidades externas como los misterios y mecánicas que encierra, mediante los cuales se gesta y se produce; llega a ser. Decía el poeta inglés Alfred Tennyson que si supiéramos comprender una sola flor, sabríamos quienes somos y qué es el mundo. Parece que ya por entonces acuciaba la actual necesidad de volver a aprender a observar. Esa terrible carencia contemporánea a la que nos lleva el consumo visual desmedido al que estamos sometidos, el delirio de la inmediatez que nos priva de la capacidad de impresionarnos. El Zahir nos obliga a detenernos un instante, en una idea fija, que analizamos y diseccionaos compulsivamente hasta realmente conocer lo que nos muestra. Y es que en este mundo ya sólo parecen legítimas dos formas de mirar: buscar lo bello en lo más ínfimo y sencillo o imaginarlo a través de los restos que dejamos atrás. Se trata de buscar lo extraordinario en nuestra propia cotidianidad.
Óscar Manrique Ares
Artistas
Ana de Alvear y Arturo Sarramián
Comisario
Óscar Manrique Ares
Fechas
28/10/22 – 20/11/2022
Lugar
Factoría de Arte y Desarrollo
El Comisario
Óscar Manrique Ares 1994
Comisario independiente, crítico e historiador del arte especializado en estudios visuales. Mis investigaciones se centran en una antropológica de la imagen, estudiando las metamorfosis que éstas pueden sufrir en el mundo contemporáneo. También trabajo desde una arqueología del presente, pues me interesa hablar desde el resto, lo cotidiano o el kitsch; y en definitiva, desde todo aquello que la historiografía ha desechado y que ahora nos sirve para establecer nuevas y diversas lecturas. Lo hago a través de una ecología de las imágenes, con referencias a cualquier tipo de cultura – plástica, literaria, cinematográfica, musical…- lo que me lleva a ser un fiel defensor de los actuales discursos sobre la estética, entendiendo esta como una construcción social de la experiencia visual, reivindicando el deseo ocular como elemento definitorio del ser.