Fechas
15/10/2015 – 6/12/2015
Inauguración
15/10/2015 – 20:00 h
Lugar
Factoría de Arte y Desarrollo,
Calle Valverde, 23. 28004 – Madrid
Comisario
Guillermo Martín Bermejo
ARTISTAS
Leo Adef / Chechu Álava / Line Arion / Antonio Azorín / Juan Barte / José Bonell / Daniel José Cabrera (El Dibujo) / Juan Castaño / Javi al Cuadrado / Antonio Feliz / Juan Fernández Álava / Pol Gorezje / Borja Martínez Cebrián / Juan Carlos Martínez / Rosa Navarro / Gorka Olmo / Paco y Manolo / José Luis Puche / Darío Rosillo / Santi Ruiz / David Semuret / Bran Solo / David Trullo / José Antonio Vallejo / Lola Zoido Trujillo
ESPEJO DE SOMBRAS
En su libro de memorias Felicidad Blanc viene a decir que la memoria nos devuelve a nuestros seres y momentos transmutados en sombras en un espejo.
“… pero sigo acompañada de mis queridos fantasmas que son los mismos de siempre. De cuando en cuando vuelvo hacia ellos, les quito el polvo y las telarañas y revivo de nuevo con ellos escasos momentos que fueron”.
En los tiempos de la autofoto el retrato se convierte en espejo doble. Todo empezó con el espejo convexo de Van Eyck en el Matrimonio Arnolfini. A partir de ahí todo ya son juego de espejos.
“La memoria expuesta frente a un espejo, es decir, frente a sí misma. Ese es un momento increíble, cuando dos espejos se posicionan juntos (y tu en medio). La claridad natural, casi afilada del reflejo, acaba por hundirse y se crea todo infinito de sombras, una profundidad llena de penumbra y de la que probablemente pueda salir algún que otro fantasma. Da hasta vértigo la sola idea de pensar en la inmensidad diluida en sombras, y saber que de ahí nada controlas, que todo tu pasado tiene su propio gobierno y que no alcanzarás nunca a conocer todo lo que ha pasado por ti (y lo que has creado inconscientemente con ello) y cae en ese inmenso océano”
Dice José Bonell, uno de los artistas de esta exposición sobre el retrato, sobre el autorretrato. Sobre lo que es implicarse en las sombras. Las sombras que una vez fueron vida, pero que no dejamos que se escapen. Ningún ser querido es abandonado en esos espejos. Al final siempre tenemos una fotografía, un dibujo, una pintura del ser que nos ha abandonado y así permanece a nuestro lado para siempre.
Así en los hermanos Álava el retrato es pura claridad, puro hermanamiento con la luz y con el retratado. A veces nos llevan a Sargent o a Balthus pero sin dejar de tener una línea propia, un entusiasmo y delicadeza únicos en nuestros días.
La pobre Marga que se suicida por el amor no correspondido de Juan Ramón Jiménez en el retrato fascinante de Chechu Álava, sombra de luz del desamor.
Hans sentado en ese taburete casi de papel, con esa mirada lejana. ¿Qué ha perdido? ¿A quién ha perdido? Pura poética en la pieza de Juan Fernández Álava.
Pol Gorezje normalmente difumina al personaje quitándole los rasgos. Aquí en cambio han surgido los rasgos de sus amigos desde imágenes de modelos desconocidos. Como él mismo me cuenta: “Ambas piezas están inspiradas en dos personas que he conocido en mi viaje a México y capturan la esencia como en el fondo de un espejo, como un retrato que quedará siempre en mi memoria independientemente del transcurrir de cada uno. La captura del instante y de la esencia.
Ha sido muy interesante usar fotos de modelos desconocidos para sobre ellos aportar los rasgos de mis amigos…”
Juan Carlos Martínez nos rescata del anonimato y con sus fotografías secretas nos hace protagonistas sin quererlo, héroes sin haberlo pedido. Este juego del retratado retratándose frente a un cristal. Reflejos en un ojo dorado.
Como Javi al Cuadrado y sus chicos de las redes sociales: en la pantalla nos sonríen o nos excitan, en el papel o el lienzo se hacen eternos. En blanco y negro o en color nos desvelan la soledad de la pantalla y la caligrafía del bolígrafo se hace rostro.
Paco y Manolo nos revelan la intimidad del héroe clásico, como Eneas, Aquiles, Ganímedes… están en Roberto, Mara, Rubén…. En esa dejadez íntima después de las batallas diarias o en ese momento de placer que nadie debería ver y que se nos ofrecen como Tiziano o Rubens mostraban a sus dioses. Jacob podría ser un Caravaggio encontrado en la calle.
José Bonell y la espiritualidad. ¿Como es el autorretrato entre espejos? ¿Qué imagen nos devuelve la luz de una vela en una pared blanca? Bailamos desnudos entre la luz o casi rezamos como un monje de Zurbarán entre las tinieblas.
Santi Ruiz y David Semuret nos devuelven el reflejo de nuestra sensualidad secreta, cotidiana. David nos eleva a memoria entre las ruinas de nuestra civilización. Ese hombre desnudo frente a un espejo o ¿es una puerta? como la de las Meninas al fondo. Y Santi nos descubre en la cocina o en el baño sumidos en pensamientos lejanos. Quizá pensamientos de viajes soñados ambos…
Juan Castaño y el retrato como tatuaje, como divino dibujo para nuestro pecho o antebrazo. Audrey, Frida, Sebastián y Casper. Retratados con tatuajes dentro de nuestra idea infinita de permanencia y soledad.
Borja Martínez Cebrián sueña con campos apocalípticos donde nuestro retrato es casi en fuego una pesadilla o una película sin final. Tal y como también nos cuenta Marlene Dumas, no sabemos si somos niños, hombres o mujeres. En una deliciosa ambigüedad de la mirada.
Uno ya tiene escrito que la poesía que utiliza Gorka Olmo es la que nuestra mirada capta no por primera vez, sino por segunda o tercera. Es esa memoria involuntaria de la que hablaba Proust y que nos acecha de pronto en una ráfaga de viento o en un columpio viejo. Retrato de constelaciones el que nos presenta aquí. Luz de estrellas.
José Antonio Vallejo juega consigo mismo y unas veces es él y otras son sus alter egos los autorretratados. El oso, la marioneta… estados de ánimo para no caer en la desidia de la realidad. Los niños juegan a extraños juegos, cantaba el añorado Bernardo Bonezzi. Vallejo lo hace con sus amigos que ya no son invisibles… “Utilizan agujas, una hoguera en el centro, abajo es arriba y arriba es abajo…”
Antonio Azorín siempre anda entre dos mundos. En su realidad paralela sus retratados pueden ser mitos, pero siempre en constante juego con nuestra verdad. ¿Quién es el personaje real y cual el inventado?
David Trullo nos conoce muy bien y conoce nuestro pasado tan perfectamente que juega con él y nuestro reflejo se convierte en algo vivido, en algo amado, en algo reivindicado entre las sombras que nos quitaron. Aquí se recrea fusionando imágenes de adolescente, de él y de su hermana, como el Tadzio de Visconti.
El blanco y negro de Juan Barte es la pura sobriedad y elegancia de Ingmar Bergman o de la Nouvelle Vague. En este retrato del artista Maillo a Barte no le hace falta mostrarnos el rostro del retratado, con la fuerza de la mano en tensión nos lo dice todo.
En cambio Leo Adef es el punk a color entre los suburbios cercanos de nuestras grandes urbes. Chicos que aparentan algo que no tienen o que se inventan su propio reflejo. Rostros casi desahuciados, de muchachos heridos y abandonados.
Parece que el espejo convexo de Van Eyck en Lola Zoilo Trujillo se convierte en caleidoscopio o en viaje alucinado, en un retrato desordenado, casi como un Dorian Grey.
Si Tobias Rehberger nos retrataba con flores y jarrones a cada cual su flor. José Luis Puche debajo de cada capucha de chico tímido o de rebelde sin causa sobresalen nuestros neones particulares, nuestros peluches secretos, nuestra máscara de supervivencia. Como las gafas de este retratado que, como las de sol de Cary Grant en North By Northwest, protegen de preguntas indiscretas.
Bran Sólo y Daniel (El Dibujo) son la grata infancia ilustrada. Las sombras son menos densas en sus dibujos casi como papeles japoneses. Como poemas de Lorca, pero con la profundidad y desasosiego de Charles Simic. “¡Qué bien se está en la sombra hablando de amor!” le decía Cara a Charles en Retorno a Brideshead. Charles luego se convertiría en sombra y en huérfano de la tormenta.
Rosa Navarro y su Jodie Foster tan fría y lejana. Pero no, es pura apariencia del que observa pues, al ser expuesta, ya toda imagen es nuestra y cercana. Cálida e íntima.
El retrato del ventrílocuo mirándose al espejo. Esa línea clara deliciosa de Line Arion. El misterioso y famoso personaje agredido por una banda de criminales se mira en el espejo y no ve más que ocultamiento. Nos señala su ojo dolorido y rojo, pero quizá el dolor más terrible lo lleve por dentro.
Me enamoré enseguida de este pequeño dibujo de Darío Rosillo. Este exquisito autorretrato es la mirada limpia del nuevo artista hacia lo clásico. Pero, si nos damos cuenta, ese busto tiene doble rostro. ¿Qué es lo que le impide a Darío besar la estatua? Quizá sean los miedos secretos que todos llevamos dentro y que aquí aparecen con ese rostro trasero como constreñido y enfadado.
El gran Félix caminando por la meseta. ¿Qué sombra lejana le acompaña en su paseo? Casi un espíritu del bosque de Miyazaki le persigue por entre las espigas. Antonio Feliz es un soñador lúcido y puede terminar sus historias antes de despertarse. Luego que nadie intente una explicación.
Sí, que nadie intente una explicación coherente ante tanto retrato. ¿Pues no somos todos un mundo? y al final, ¿no acabaremos uno tras otro convirtiéndonos en sombras como en el final del relato de Joyce? Pero habrá quien nos recuerde y nos mantenga a su lado, aunque la nieve borre todo rastro de nosotros.
Todo retrato, pues, es memoria. Es pasado pero también presente continuo.
Guillermo Martín Bermejo
Madrid, octubre 2015