Artista
Elia tomás
Fechas
05/04/2018 – 30/04/2018
Inauguración
05/04/2018 – 20:00
Lugar
Factoría de Arte y Desarrollo,
Calle Valverde, 23. 28004 – Madrid
Comisario
Guillermo Martín Bermejo
o la réplica májica del único;
pero, uno entre dioses descielados tú,…”
Juan Ramón Jiménez
Subo, casi trepo, hacia la torre donde trabaja Elia en plena Gran Vía madrileña. Por su estudio, la luz entra a raudales y comprendo que sus pinturas ahora sean tan blancas. Luz blanca entre rosas y chicos casi desintegrados en líneas y trazos grises.
Tiene Elia una poética del ahora absolutamente extemporal. Nos habla de una juventud que vive en la duda, en patrias imprevistas de falsa alegría. Buscan una armonía imposible y recóndita que nunca acabará por llegar.
Las figuras que Elia Tomás retrata en sus lienzos, nos hablan de una nueva mitología. Dioses falsos casi desvanecidos entre las redes sociales y el mundo digital de la nada.
Pero, así como en ciertas fotografías se sienten callados y aletargados, en estas pinturas, Elia les da voz. Gritan, chillan y cantan entre colores que un blanco tsunami hubiera pulverizado.
Pocos pintores tienen un oficio tan delicado como Elia. Pocos tienen esa maestría de crear aguadas falsas sobre blancos impolutos. Su pintura es más dibujo de pincel que brochazo expresionista, línea soterrada entre claros y vacíos. Preciosismo que se va diluyendo. Pintura pura, sin nada más. Pintura que surge de la experiencia del artista. Vivencias de fiestas, de bailes, de amaneceres entre dioses descielados.
Debe ser duro y maravilloso a la vez bailar entre estos púberes volátiles, entre estos musos alicaídos de tanto brincar entre pantallas táctiles. Ojos que son felices al no mirar, pero que nosotros escudriñamos hasta quizá encontrar una verdad. Una cualquiera. Y así, esa luz blanca de Elia nos ilumina hacia algo nuevo pero que conocíamos desde siempre.
Guillermo Martín Bermejo
Comisario
Érase una vez los dioses del rock y de las películas. Como buenos dioses, vivían en un Olimpo lejano pasando totalmente de las personas normales y de sus pequeñas vidas. De vez en cuando se aburrían, bajaban los ojos y elegían algún ser humano para seducirlo y reafirmar su poder. Estos seres humanos se sentían especiales y hubieran dado cualquier cosa para quedarse en esa inmensidad. Nació así la fe. Y con la fe, nacieron las groupies.
Los dioses han muerto y el poder se ha convertido en un producto como cualquier otro. Se compra, se intercambia, se vende. En un mundo sin dioses, cada uno puede sentirse especial sin serlo realmente. La única regla del juego es darlo todo: ser una celebridad no es nada más ni nada menos que una competición. Si se trata de cantar, chilla más. Si se trata de quitarte ropa, quédate sin nada. Si se trata de entregarte, hazlo sin condiciones.
Somos nuestras mismas groupies. En el escenario ya no hay nadie, pero nosotros seguimos bailando. Celebramos nuestra vida y nuestra primera, segunda, tercera, cuarta adolescencia. Vivimos de la luz reflejada de un flash y buscamos un instante de plenitud absoluta y eterna en rincones oscuros. Necesitamos alguien que nos mire y nos ilumine, y poco importa si se trata de personas reales o imaginarias. Estamos dispuestos a darnos totalmente: en alma y cuerpo. Sabemos seducir. Llevamos máscaras, colores flúor y flores de plástico. Con alguna ayuda extra, podemos ser inmortales.
Groupies es mi cuarta serie de cuadros. Nace como un homenaje al post-rock, a la luz artificial, al narcisismo y a la adolescencia.
Elia Tomás