‘En el año 2000, como si fuera una consecuencia del efecto del mismo nombre, una serie de pensamientos empezaron a dar vueltas en mi cabeza, sin sentido aparente. Poco a poco fui dándole forma, como un diagrama de esos que hacen los investigadores de las películas, lleno de hilos rojos. Todas esas líneas apuntaban en una sola dirección, hacia una conclusión inevitable, a una verdad ineludible: que era maricón.’

Como dice el propio artista, esta exposición se articula como una instalación que recuerda al ‘mapa mental’, a través de imágenes que componen una serie y edición limitada a partir de sus ya conocidos dibujos a bolígrafo de colores.
Ese ‘álbum personal’ personal está compuesto, paradójicamente, por imágenes ‘prestadas’, salidas de fotografías publicadas por otros en Instagram, que el artista hace suyas con ese trazo tan característico y que remite por tanto a nuestra propia experiencia, a la experiencia de todos.

En una entrevista con Javier Díaz Guardiola en su blog ‘Siete de un Golpe’ quedan muy claras sus intenciones:

Se mezclan de esta manera en una autobiografía ‘reconstruida’ sus aspectos de artista y editor en el libro de Los Doscientos (la editorial que puso en marcha hace unos años junto a Rafael Doctor y Guillermo Espinosa): un cuaderno de apuntes desde el que narrar una historia, la suya propia con 20 años, «de mi despertar al amor, a mi sexualidad, a ser artista». Como en ocasiones anteriores, Al Cuadrado se dispone a hacer un retrato fragmentado y múltiple de un mismo individuo desde imágenes que no le pertenecen pero con las que rememora vivencias que sí que fueron suyas: «El resultado es muy como de esas carpetas que llevábamos al instituto, “metaanuncios” de lo cada uno de nosotros éramos».

Ese conjunto de imágenes aparentemente caótico e inconexo no pretende arrojar luz sobre los procesos mentales que llevan a acciones, sino reflejar como en un espejo los propios, y cómo las imágenes nos definen, nos traen y nos llevan.

David Trullo. Comisario