«Estoy desesperado por recibir el mismo grado de placer de las más excelentes actuaciones de genio que sentí [en la infancia], que de piezas que mi juicio actual considera triviales y despreciables».
Edmund Burke, ‘Sobre el gusto’, 1759

Yo no soy Francisco Alegre ni un torero de postín. Lo que de veras me gusta es ese ritmo cañí.
Paco Clavel, ‘Pop Cañí’, 1986

.

Desde que Andy abrió la veda, la influencia de la cultura popular en el trabajo de los artistas contemporáneos está siempre presente, y ha llegado a cotas inesperadas de excelencia y patetismo. Siempre a vueltas y golpe de volante con el folclor, el arte comercial, la televisión, el mercado y el mercadillo. El Grand Kitsch subido a la categoría de ‘lobby art’ y su prima pobre, el escaparate del bazar chino, se intercambian papeles constantemente a la velocidad del meme.

El ‘Pop Cañí’ no es un género, ni siquiera un tema como tal (afortunadamente), pero sí una gran excusa para hablar de aspectos candentes en el arte contemporáneo en España, como valor, validez y validación, la relación entre ‘high art’ y ‘arte popular’ y las tendencias del mundo de las galerías de arte. El proyecto, como en todas las anteriores convocatorias abiertas llevadas a cabo durante 10 años en Factoría de Arte y Desarrollo pretende ofrecer una bocanada de aire fresco en la estreñida escena madrileña del arte: una muestra desprejuiciada, celebratoria, que mezcla artistas profesionales, emergentes permanentes y autodidactas irredentos. Más de 50 obras de más de 50 artistas con muy diversos acercamientos a una propuesta resbaladiza y que se mueve entre lo festivo y lo crítico, la experimentación formal, el humor blanco y negro, la decoración y la denuncia con obras para todos los gustos y todos los bolsillos.

Para rizar el rizo, y convencido del absoluto potencial del ‘quiero y no puedo’ y de que todo puede (y debe) ser aún peor, Arturo Martín presenta su obra reciente en ‘Extra-Ordinaria’. Con la ayuda de esas piezas rechazadas que Paco Clavel (padrino de estas dos exposiciones) encuentra en el Rastro por dos perras, Arturo fuerza la tuerca y se pasa de rosca. Rescatados de la ignominia, óleos de amateurs y domingueros sufren un proceso de chapa y pintura muy similar al que llaman ’Restauración’ en los grandes museos, consciente de que lo soberbio está tan cerca de lo sublime como de lo trágico. La rueda de valores estéticos de Hartshorne ya no gira, centrifuga.

Si Burke levantara la cabeza…

David Trullo, noviembre 2021