Queer vs Gay. QUEERIDADES Y QUEERISMOS
No hay nada más detestable que los demás.
La única forma posible de sociedad es la que uno constituye consigo mismo’
Oscar Wilde, ‘An ideal husband’, 1895
‘El gran miedo a la homosexualidad se expresa a través del miedo a que se detenga la sucesión de las generaciones que fundamentan la civilización. El deseo homosexual no está más del lado de la muerte que de la vida, pero es el asesino de lo civilizado.’
Guy Hocquenghem, ‘Le désir homosexuel’, 1972
We’re here, we’re queer, get me a beer.
La obra de Roberto González Fernández (RGF) siempre ha ido por delante. No se lo parece a muchos, esos que se quedan en la superficie, en la factura clásica de pintura-pintura y el preciosismo técnico. Precisamente esa factura le permite colarnos goles constantemente y dar por hecho cosas que de otra manera no habrían sido tan fácilmente digeribles.
Una gran parte de su trabajo se centra en la identidad queer, sus problemáticas y contradicciones. En una temprana serie de 1980 (¡hace 40 años!) ‘Parade’, confeccionaba exquisitos dibujos de escenas del Orgullo Gay en San Francisco, tratándolos como si fueran escenas costumbristas. Esos dibujos describían una doble necesidad, visibilizar la lucha por los derechos LGTB y la construcción de la identidad queer. El vaticinio se cumplió y hoy San Orgullo ha sustituido a San Isidro como patrón popular de Madrid, por ejemplo. Pero ambas necesidades aún no han tenido un final feliz, Justo 50 años después de que un travesti (dato importante) diera, a golpe de tacón, el pistoletazo de salida a la lucha LGTB en el bar Stonewall de Nueva York en 1969.
En esa misma línea, la serie que nos ocupa, ‘Hombres de Lengua Azul’, se cuestiona de la misma manera que en ‘Parade’ nuestra queeridad: donde hemos llegado y si nuestro lugar es el apropiado, el que anhelábamos, el que nos correspondía. Me atrevería a decir que hay una sensación doble de triunfo y fracaso, que define nuestra situación actual y que sobrevuela los retratos duales de esta serie.
Por el lado de la reivindicación de derechos, parece que no nos ha ido mal. Las democracias occidentales han abrazado las políticas de igualdad y en España el matrimonio gay lleva instaurado ya varios años, demasiado pronto y demasiado fácil, dicen algunos todavía. Esa sensación de normalización de los primeros años del nuevo siglo ha desactivado de alguna manera tanto la lucha por los derechos LGTB como las teorías queer que tanto debate originaron en los años 70 y 80. Por la parte ‘gay’, parece que se ha logrado lo más importante, la equiparación de derechos. ¿Por qué seguir luchando? Por la parte ‘queer’, nos encontramos en una especie de limbo. Lo queer parece que ya sólo interesa a académicos y artistas contemporáneos, y ha sido engullido y banalizado por la comercialización de los barrios gay de las grandes metrópolis.
Noto una especie de alivio melancólico. Por una parte, se echa de menos esa furia queer que queda tan bien expresada en el ‘No al Futuro’ de Edelman. Desde la tradición del gay outlaw, el individuo queer pretendía desarrollar ese sentimiento asocial del invertido del siglo XIX para acabar con un mundo heteronormativo, patriarcal, alienante y tremendamente injusto. Hay que destruirlo todo para empezar de cero. En su lugar, se ha construido un mundo homonormativo paralelo, igualmente alienante e injusto, pero con el suficiente espacio en la burbuja para respirar. Al menos ahora no acabamos en la cárcel, no nos ejecutan, nos casamos, cobramos pensiones de viudedad. Ese alivio se desmorona cuando salimos de la burbuja.
En BTM apreciamos de la forma más cruda esa dicotomía. En una de las imágenes, cerramos los ojos, preferimos no participar. En la imagen de al lado, mostramos nuestro deseo, nuestra locura, nuestra furia queer. Queremos otra cosa. Pero no sabemos cómo hacerlo, o no queremos enfrentarnos a perderlo todo otra vez.
Superqueeroes
¿De qué os quejáis? Le dice un gay a un queer. Hemos conseguido que los heteros quieran ser como nosotros. Que nos admiren, que nos imiten. Que nos envidien. Que nos teman.
Hemos convertido la maldición del ‘hombre que ama a otro hombre’ de Proust en una bendición. No somos como ellos. Somos mejores. Más cultos. Más guapos. Más civilizados. La evolución lógica de la especie. El Homo Homosexualis cogiendo el relevo, como hizo el Cromagnon con el Neanderthal. Sólo hay que ver cómo hemos cambiado la cultura popular a nuestro favor. Esa recuperación de los zombies, los vampiros, los mutantes, por ejemplo. Ahora todos quieren ser monstruos como nosotros. Los nuevos superhéroes son los monstruos. Nosotros. Nos llamaban monstruos, y ahora quieren convertirse en uno de los nuestros. Somos Superqueeroes, Drácula es gay, los X Men son gay, Frankenstein es gay (el moderno Prometeo). Ahora somos mainstream. Saco mi lengua azul y se echan a temblar. De miedo y de deseo. Los tenemos donde queríamos.
¿Ves demasiadas películas? Le dice un queer a un gay. Hemos perdido. No hemos sido capaces de cambiar nada. Quizá nos envidien. Y quizá por eso nos odian. Pero no nos temen. Porque los mutantes acaban salvando el orden, no aniquilando a la humanidad. Y el vampiro sigue acabando con una estaca en el corazón, o condenado a no ver nunca la luz del sol. Ese superqueero no es sino una versión escalofriante del Superhombre de Nietzsche. Tu lengua azul reclama una raza superior, y ya sabemos qué pasa con eso. ¿Qué harás cuando vuelvan a hacerse fuertes? ¿Qué harás cuando contraataquen? Se están rearmando, y con los mismos argumentos de siempre. Quizá, paradójicamente, tendremos que sentirnos de nuevo amenazados para luchar de nuevo. Y quizá la experiencia nos ayude a hacerlo mejor esta vez. Quizá esta vez podamos cambiar el mundo.
David Trullo
Mayo 2019