Talleres de Intervención (I): Introducción

Os ofrecemos a continuación este texto al hilo del inminente inicio del Curso de Verano Taller de Talleres de Intervención Social, esperando que os sea de interés.

«La utilización de los talleres como lugar terapéutico tiene mucho que ver con los aspectos que hemos descrito anteriormente. Según los pioneros de la rehabilitación psicosocial, la actividad y la ocupación, con un componente lúdico, demostraban ventajas en el progreso de las personas que sufrían dificultades mentales o intelectuales. Por ello, es desde casi los inicios de la humanidad que podemos encontrar ejemplos en esta línea.

Así 2000 años a.C. encontramos que los egipcios construyeron templos a los que debían acudir las personas afectadas por melancolía para realizar allí juegos grupales y otras actividades como herramienta de recuperación.
En la Grecia Antigua, Esculapio creó el hospital de la ciudad de Pérgamo, donde a través de las comedias, la música y otros entretenimientos, se conseguía aliviar los sufrimientos del alma. El mismo Hipócrates escribió sobre la estrecha relación que existe entre el alma y el cuerpo, y destacó la conveniencia de la práctica de la lucha, la lectura y la música como antídotos para los males espirituales.

Uno de los primeros hitos con relación a la ocupación como estrategia terapéutica podemos encontrarlo en el tratamiento moral de Pinel, a inicios del siglo XIX (Bercherie, 1986), que se centraba en la oración, las buenas maneras y en el hecho fundamental de que la ocupación de las manos y la mente en una actividad concreta podía tener un peso específico sobre la rehabilitación de los individuos que la practicaban. La inactividad podía considerarse como un elemento favorecedor de la incapacidad funcional para pacientes psiquiátricos.

Sin embargo, la aparición de las instituciones hospitalarias de Larga Estancia a finales de dicho siglo, provocó que, momentáneamente, las actividades de terapia a través de la ocupación pasarán a un segundo plano, con un incremento paralelo de la importancia otorgada a la intervención de carácter institucional.

Fue a mediados del Siglo XX cuando esta modalidad de intervención creció con fuerza para instalarse hasta nuestros días, a través de los numerosos resultados derivados de las investigaciones en las que se ponía de manifiesto que las actividades realizadas a través de talleres mejoraba tanto la calidad de vida como los niveles de adaptación de las personas que presentaban síntomas psicóticos.

Desde ese momento, y como un reguero de pólvora, rápidamente se implantaron la perspectiva ocupacional -en su sentido más amplio- y la metodología de intervención basada en talleres como herramientas para la intervención con un buen número de colectivos desfavorecidos y/o con niveles de adaptación menoscabados por su situación diferencial.
Es tras el proceso de desinstitucionalización psiquiátrica cuando la rehabilitación psicosocial cobra más fuerza ante el reto que supone la necesidad de que las personas con necesidades especiales adquieran habilidades para su integración en la comunidad. Es en el seno de esta reforma que aparecen los Centros de Rehabilitación Psicosocial y los centros de día, para los que la metodología de talleres de intervención, o de ocupación, tienen un peso fundamental.

El marco fundamental de la rehabilitación psicosocial, entendida como un “proceso facilitador para la recuperación de la autonomía personal y social, soporte social y apoyo a la integración social” (Rodríguez, 2007) ha elevado a los talleres de intervención psicosocial a la categoría de metodología de atención que debe ser entendida, conceptualizada, diseñada y puesta en marcha con el rigor propio del método científico.

Las principales razones por las que la intervención con un formato de talleres se ha revelado como idónea para la mejora de los niveles de adaptación e integración de tantos colectivos, residen fundamentalmente en los siguientes hechos:

  • Suponen  un espacio en el que, de por sí, se genera la interacción entre los distintos individuos, ofreciendo el entrenamiento social como parte inherente de la metodología de intervención.
  • Permiten la intervención en grupos de personas de forma simultánea, lo que supone un aspecto de gran relevancia, especialmente cuando los recursos humanos en los centros de atención suelen ser escasos.
  • En los talleres grupales se favorece el aprendizaje vicario. De esta manera, las instrucciones de los profesionales que los imparten, se ven complementadas por el modelo de aprendizaje y ejecución que unos participantes suponen para otros.
  • Los talleres, como modalidad de intervención estandarizada, permiten la sistematización de las actividades, así como la replicabilidad de sus contenidos, ofreciendo además, una herramienta para el progreso técnico, a través de la investigación de los resultados obtenidos.

Por todo lo expuesto hasta el momento, queda de manifiesto que la metodología de talleres de intervención supone una estrategia de atención que debe ser contemplada en los diferentes recursos destinados, tanto a la mejora de las capacidades y habilidades de los individuos, como a su adaptación al entorno social en el que se desenvuelven».

José Antonio Mondragón
Director de Factoría de Arte y Desarrollo
(Fragmento del Cuaderno Técnico FEDACE)

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.